
El misterio y el horror. Heidegger alude a la definición de lo numinoso dada por Rudolf Otto, que había interpretado la experiencia religiosa de lo sagrado como terror ante un poder que para nosotros es un misterio. Heidegger acepta las notas de lo numinoso así entendido, pero suprime la referencia al más allá. El propio ser-ahí es lo numinoso, lo misteriosamente tremendo. El terror es el asombro dramáticamente intensificado que provoca la existencia de algo y no más bien nada; el enigma tremendo es lo ente en su mudo que: que haya ser y yo en él como un ser-ahí.
Resumamos: el drama que Heidegger escenifica en su filosofía del tedio tiene tres actos. En el primero, uno está –cotidianamente- absorbido en el mundo y el mundo le llena a uno. En el segundo, todo se aleja y se produce el acontecimiento del gran vacío, la triple negatividad (el sí-mismo que no es sí mismo, el mundo nulo, la ausencia de relación). Finalmente, en el tercer acto, lo alejado, el sí-mismo propio y el mundo regresan. Luego, todo termina; y esto es lo que le interesa a Heidegger. En esto consiste su filosofía del renacer. Volver de nuevo al mundo. El segundo comienzo. El que regresa del desierto del tedio, del estar fuera, en la nada, experimenta una transformación: el sí-mismo propio y las cosas le son, por así decirlo, “essentes”; adquieren una nueva intensidad. Raras veces ha formulado Heidegger este tema existencial tan clara y desnudamente como en este curso: «Se trata nada menos que de recuperar esta dimensión original del acontecer en el ser-ahí filosófico, de volver a “ver” todas las cosas, pero de una manera más sencilla y duradera.»
Resumamos: el drama que Heidegger escenifica en su filosofía del tedio tiene tres actos. En el primero, uno está –cotidianamente- absorbido en el mundo y el mundo le llena a uno. En el segundo, todo se aleja y se produce el acontecimiento del gran vacío, la triple negatividad (el sí-mismo que no es sí mismo, el mundo nulo, la ausencia de relación). Finalmente, en el tercer acto, lo alejado, el sí-mismo propio y el mundo regresan. Luego, todo termina; y esto es lo que le interesa a Heidegger. En esto consiste su filosofía del renacer. Volver de nuevo al mundo. El segundo comienzo. El que regresa del desierto del tedio, del estar fuera, en la nada, experimenta una transformación: el sí-mismo propio y las cosas le son, por así decirlo, “essentes”; adquieren una nueva intensidad. Raras veces ha formulado Heidegger este tema existencial tan clara y desnudamente como en este curso: «Se trata nada menos que de recuperar esta dimensión original del acontecer en el ser-ahí filosófico, de volver a “ver” todas las cosas, pero de una manera más sencilla y duradera.»
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Si el primer nacimiento es el estado de yecto (Geworfenheit), el segundo nacimiento es la proyección (Entwurf) soberana. Con la proyección , uno se hace al mundo. Heidegger se cuenta entre la serie de filósofos para quienes la libertad fue un gran misterio: el misterio del comienzo y del poder comenzar. Heidegger es un filósofo del segundo nacimiento, un nacimiento que uno mismo puede llevar a efecto.
Si el primer nacimiento es el estado de yecto (Geworfenheit), el segundo nacimiento es la proyección (Entwurf) soberana. Con la proyección , uno se hace al mundo. Heidegger se cuenta entre la serie de filósofos para quienes la libertad fue un gran misterio: el misterio del comienzo y del poder comenzar. Heidegger es un filósofo del segundo nacimiento, un nacimiento que uno mismo puede llevar a efecto.
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Empecemos, pues, por el comenzar.
Empecemos, pues, por el comenzar.
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Rüdiger Safranski, Heidegger y el comenzar
Rüdiger Safranski, Heidegger y el comenzar
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