La sombra




Aludiendo a la perfección del hombre y a la obtención del bien más preciado que pueda haber en este mundo, el más sabio de los hebreos presenta así las palabras de su amada: "Me senté a la sombra de aquel al que yo deseaba".

*

¿Cómo es posible que aquello mismo cuyo ser no es propiamente lo verdadero y cuya esencia no es propiamente la verdad posea la eficacia y el acto de la verdad? Le basta, pues, y de sobra, con sentarse a la sombra de lo bueno y lo verdadero. No me refiero a la sombra de lo verdadero y lo bueno natural y racional -ya que entonces hablaríamos de lo falso y lo malo-, sino de lo metafísico, lo ideal y lo suprasubstancial.

*

Como la sombra tiene algo de la luz y algo de las tinieblas, cualquiera está bajo una sombra de dos tipos: bajo la sombra de las tinieblas y -como suelen decir- "de la muerte", que acaece cuando las potencias superiores se marchitan y permanecen inactivas u obedecen a las inferiores, por cuanto el alma se consagra únicamente a la vida del cuerpo y de los sentidos; y también bajo la sombra de la luz, que acaece cuando las potencias inferiores se someten a las superiores, que aspiran a lo eterno y a lo más excelso.

*

A decir verdad, en el horizonte de la luz y de las tinieblas, no podemos vislumbrar nada más que sombra. Dicha sombra se encuentra en el horizonte de lo bueno y lo malo, de lo verdadero y lo falso. Aquí está lo que puede convertirse en bueno o malo, en falso o en conforme con la verdad; y lo que, si tiende hacia un lado, se dice que se halla a la sombra de aquello.

*

En la materia o naturaleza, en las propias cosas naturales, tanto en el sentido interno como en el externo, la sombra consiste en movimiento y alteración. En cambio, en el intelecto y en la memoria que sigue al intelecto, está, por así decir, en reposo.

*

En verdad, la sombra que otras sombras ocultan -de la que se dice "Las sombras ocultan su sombra"- se opone a la que se eleva por encima de los cuerpos hasta los confines de las inteligencias, de las que se dice: "Su sombra ha cubierto los montes". De ella procede y emana todo cuanto producen en nosotros la inteligencia y la memoria, y en ella, a la postre, tiene su fin cada vez que asciende hacia la luz.

*

Esta sombra, o una parecida a ésta, han imaginado los llamados cabalistas, porque el velo con el que Moisés, simbólicamente o en sentido figurado, cubría su rostro -en realidad, cubría figuradamente el rostro de la Ley- no servía para engañar, sino para hacer ascender ordenadamente los ojos humanos, que sufren daño si de repente son elevados de las tinieblas a la luz.

*

Por consiguiente, la sombra prepara la vista para la luz. La sombra mitiga la luz. A través de la sombra, la divinidad templa y proporciona al ojo ofuscado del alma voraz y sedienta las imágenes, mensajeras de las cosas. Reconoce, pues, las sombras que no se extinguen, sino que mantienen y custodian la luz en nosotros, y mediante las cuales somos guiados y conducidos al intelecto y la memoria.

*

A su manera, el Teólogo afirmó: "Si no créeis, no comprenderéis", y a su manera los filósofos corroboran que los conocimientos deben ser perseguidos en base a aquellos principios admitidos y establecidos a los que se da crédito; y, a partir de aquellas cosas que las contienen como virtud, como fundamento y como cierta implicación, tenemos que proceder de una manera natural y racional a la explicación de las formas. La naturaleza nos da confusas configuraciones antes de ofrecérnoslas explícitamente. De modo parecido actúa Dios, e igualmente las artes, que intentan alcanzar, según sus méritos, el orden divino y natural. No obstante, si alguien piensa que emplear las sombras es una tarea ardua en la que hay atisbos de vanidad, en caso de que a través de ellas no quede expedito el acceso a la luz, que sepa que esta deficiencia no es debido a las sombras. Que sepa, asimismo, que ya es bastante descubrir o, mejor dicho, mantener velado lo que no llegas a comprender en toda su desnudez.

*

La sombra no está sujeta al tiempo, sino al tiempo de una cosa; ni al lugar, sino al lugar de ésta; ni al movimiento, sino al movimiento de ésta. De modo parecido debe entenderse por lo que respecta a los opuestos. Se abstrae de toda verdad, mas no existe sin ella. Y no hace que seamos incapaces de intuirla -si realmente se trata de la sombra de las ideas-, puesto que, pese a ser única, permite concebir realidades contrarias y diversas. De hecho, no hay nada contrario a la sombra, y precisamente ni la tiniebla ni la luz lo son.

*

A la sombra del árbol de la ciencia se refugió el hombre, con el fin de conocer la tiniebla y la luz, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, cuando Dios le preguntó : "Adán, ¿dónde estás?".


Giordano Bruno, Las sombras de las ideas (1582)
(Traducción de Jordi Raventós)



Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire

Remarque : Seul un membre de ce blog est autorisé à enregistrer un commentaire.